«Soy la Virgen Dolorosa. Quiero que se construya en este lugar una capilla en honor a mi nombre. Que se venga a meditar de cualquier parte del mundo la Pasión de mi Hijo, que está completamente olvidada…» (14-junio-1981).
Ella, la Madre de Dios, es la responsable de que, hasta el día de hoy, la finca de Prado Nuevo haya recibido millones de visitas y sea conocida en los cinco continentes por sacerdotes, religiosos, religiosas y centenares de miles de almas.
Desde tiempo atrás, Prado Nuevo viene siendo una finca de 90 hectáreas para usos ganaderos, que por muchos años fue propiedad de la familia Leyún. Como en la mayoría de las fincas dedicadas al ganado, los guardeses o encargados dedicaban sus jornadas a cuidar de las reses de esta explotación, y eran escasas las visitas que recibían; si acaso la de algún vecino de los huertos próximos, que se aproximaba al pilón para saciar la sed, o de algún joven pescador, camino del lago que se encuentra en la colindante e histórica finca de «La Granjilla».
Un giro radical
La vida rutinaria de Prado Nuevo tuvo sin duda su punto de inflexión a partir del 14 de junio de 1981. Desde que la finca recibió la visita de la celestial Señora, no ha habido día en el que, al menos, un grupo de personas no se haya reunido en la paz de su fresneda a rezar el santo Rosario y cumplimentar lo pedido por Ella en sus mensajes a Luz Amparo.
No fue fácil para esta sencilla empleada de hogar los comienzos en sus visitas a Prado Nuevo: desprecios, burlas, calificándola de loca, humillaciones e incluso agresiones… Pero la Virgen, fiel a su promesa —«…pondré almas en tu camino para que se pueda hacer la Obra que yo pido»—, fue despejando poco a poco el horizonte a esta sencilla madre de familia, que fue elegida por Dios como instrumento suyo.
Con el fin de facilitar las visitas a Prado Nuevo de los miles de peregrinos que, en los inicios de los 80, se interesaban por conocer tan singular suceso mariano, lo primero que los seguidores de Luz Amparo acometieron —siempre de la mano de los propietarios—, fue el acondicionamiento de los accesos. Se trataba de facilitar la entrada a aquel paraje, causando las menores molestias a la ganadería y evitando su desbandada. A la vez, se fueron canalizando, sobre todo en tiempo húmedo, las abundantes aguas, para evitar el encharcamiento de la finca y los lodazales. De no ser así, se hubiera hecho intransitable aquella zona para las decenas de miles de personas que, por entonces, se congregaban los fines de semana y especialmente los primeros sábados de mes.
La variante que modificó la finca
La actuación que marcó un nuevo punto de inflexión, en el devenir de la finca, fue la realización de la variante de El Escorial, que afectó de lleno a las inmediaciones del fresno de la Virgen. Incluso, alguno de los proyectos presentados contemplaba la eliminación del árbol de las apariciones, cosa que luego la Providencia no permitió. Para muchos, la noticia supuso un enorme disgusto, porque —se decían— «va a ser imposible continuar con la paz y tranquilidad distintivas del lugar», viendo incluso peligrar los rezos diarios en el recinto. Pero se ha visto por la experiencia de años posteriores que también esto entraba en los planes del Cielo. La proximidad de la carretera resultante ha servido para que se pueda acceder con más comodidad al terreno y más personas se hayan animado a entrar a Prado Nuevo para conocer «in situ» los hechos allí acontecidos. Y sí, los rezos se verían amenazados —ya lo avisó la Virgen: «Llegará un momento en que lleguen a prohibir rezar el Santo Rosario»—, pero no precisamente por la ejecución de estas obras…
La «valla de la vergüenza»
El acontecimiento que, definitivamente, hizo saltar la finca a las portadas de los periódicos y a los telediarios, fue la instalación en ella de la denominada «Valla de la vergüenza». Ya antes, la noche del 5 al 6 de octubre de 1992, unos desaprensivos rociaron de gasolina el fresno de las apariciones y lo prendieron fuego. La proximidad del parque de bomberos evitó la desaparición del fresno. Sin embargo, el hecho supuso una renovación del compromiso de los fieles para la protección y cuidado de la finca: desde ese día, se establecieron unos turnos de custodia del lugar, las 24 horas, que aún a día de hoy se mantienen.
En septiembre de 1993, el ya electo Alcalde de El Escorial, Mariano Rodríguez, realizó una declaraciones en las que se negaba a que el municipio se convirtiera en un nuevo «Fátima o Lourdes». La suerte estaba echada: las actuaciones del Ayuntamiento y los afines contra el hecho religioso se multiplican: denuncias a los vehículos que aparcaban en los alrededores, presión a los peregrinos, insultos a los mismos cuando bajaban caminando desde la estación de tren…
Paralelamente a estos hechos, el entonces Concejal de urbanismo culminó las conversaciones con la familia Leyún, para firmar un acuerdo urbanístico que expulsara definitivamente a los fieles de la finca. El convenio se rubricó el día 1 de diciembre de 1993. Y su firma, de acuerdo con los todavía dueños de Prado Nuevo, otorgaba el uso compartido al Ayuntamiento de El Escorial. Un bando municipal y el cierre de la finca, por la citada «valla de la vergüenza», dio origen a una nueva situación: los devotos de la Virgen Dolorosa de Prado Nuevo tuvieron que rezar a las puertas de aquel Prado, llegando los primeros sábados de mes a colapsar los accesos a El Escorial por la masiva afluencia de peregrinos.
Nuevo giro de los acontecimientos
Nuevamente, la providencia inclinó la balanza del lado de los devotos de María, y en Mayo de 1995, en pleno mes de las flores, mes de María, se produjo un cambio en el Ayuntamiento del Escorial, y el nuevo alcalde, Javier de Miguel, abrió otra vez la finca para los peregrinos y todos los vecinos del municipio.
La dimensión de los hechos religiosos de Prado Nuevo hacía tiempo que había superado las fronteras del territorio español, y la finca comenzó a recibir decenas de autobuses procedentes, además de España, de Francia o Portugal.
El crecimiento de los peregrinos redobló los esfuerzos de las cuadrillas de limpieza, encabezadas por Marcos Vera, que se organizaban cada primer sábado de mes. Así, al finalizar los actos religiosos, la finca tenía que quedar «como los chorros del oro», en palabras del mismo Marcos.
Compra de Prado Nuevo
Los desagradables acontecimientos vividos en Prado Nuevo, entre los años 91 y 95, fueron el detonante para que el grupo de personas, próximas a Luz Amparo, dieran los pasos para poder hacerse con la propiedad de la finca. El milagro se produjo en mayo de 1997, y la compra fue posible tras la firma de distintos préstamos hipotecarios, para poder afrontar el elevado coste del terreno.
El título de propiedad del terreno facilitó, desde aquel momento, que los fieles pudieran llevar a cabo más directamente el cuidado y tutela de la finca, haciendo compatible el uso religioso con el ganadero. La Virgen María lo pidió en su primer mensaje —«Quiero que se construya en este lugar una capilla en honor a mi nombre»— y en más de treinta ocasiones. La titularidad del terreno abrió la puerta a esa reiterada solicitud del Cielo: el mes de Mayo del año 2012, tras recibir la autorización del Sr. Cardenal Arzobispo de Madrid y tramitar el correspondiente expediente administrativo, se inició la construcción de la primera capilla en Prado Nuevo: una preciosa edificación que permite ya, a todos los fieles que acuden a esta bendita Pradera, dar cumplimiento a lo que pidió la Virgen: meditar la Pasión de su Hijo…
Una nueva etapa
Nos encontramos en un momento de gran importancia en el desarrollo de Prado Nuevo; la Asociación de seglares reparadoras asumió en la primera etapa la compra de Prado Nuevo. A partir de ahora, la Fundación Benéfica «Virgen de los Dolores» toma el relevo y se hace cargo del proyecto, con el fin de cumplir con los deseos del Cielo y construir la Capilla definitiva que la Virgen ha pedido. Las colectas, colaboraciones y ayudas deben ser canalizadas mediante esta Institución.
(Revista Prado Nuevo nº 17)