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Retiro en Prado Nuevo: El Corazón Inmaculado de María

Retiro en Prado Nuevo (21-5-2016)

 

 

EL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

 

            A las 12 de la mañana, se iniciaba el Retiro mensual con el rezo del Ángelus en la «Capilla de Ntra. Sra. de los Dolores». El sacerdote, enseguida, expuso el tema de este mes de mayo: «El Inmaculado Corazón de María», que pasamos a transcribir para los que tengan interés en conocer su contenido o aquéllos que no hayan podido acudir al Retiro.

*Según una antigua leyenda bretona, un joven se enamoró perdidamente de una mujer caprichosa y despiadada, la cual exigió al amante, como prueba de un amor rendido, nada menos que el corazón de su propia madre.

El joven mató a la madre y le arrancó el corazón. Yendo de camino con él en la mano, tropezó con una piedra y cayó. El corazón rodó por el suelo. Al agachare para cogerlo, el hijo oyó una pregunta solícita que provenía de aquel corazón: «Hijo, ¿te has hecho daño?»[1].

            Esta leyenda nos quiere mostrar cómo es el amor de una madre; ¿cómo será, entonces, el amor del corazón de la mejor de las madres? ¿Cómo será el amor del Corazón Inmaculado de María?

            Aunque la advocación de la Virgen en Prado Nuevo es la de Dolorosa, se manifiesta en muchas ocasiones como el Corazón Inmaculado de María.

            «La expresión “Corazón de la Virgen” se ha de interpretar en un sentido bíblico; designa la persona misma de santa María Virgen; su “ser” íntimo y único; el centro y la fuente de su vida interior: del entendimiento, de la memoria, de la voluntad y del amor; la actitud indivisa con que amó a Dios y a los hermanos y se entregó intensamente a la obra de la salvación del Hijo»[2]. «El Corazón de la santísima Virgen, que, llena de fe y de amor, recibió al Verbo de Dios es llamado en primer lugar “mansión del Verbo” (Co), y también “santuario del Espíritu Santo” (Co, cf. LG 53) por la inhabitación continua en él del Espíritu divino»[3].

            Pío XII, en la encíclica Haurietis aquas, dice: «Para que toda la familia cristiana y el mundo entero obtengan frutos más abundantes del culto al Corazón de Jesús, procuren los fieles unirlo íntimamente con la devoción al Inmaculado Corazón de la Madre de Dios (...). Es de todo punto conveniente que el pueblo cristiano, que ha alcanzado la vida divina de Jesucristo por medio de María, después del culto debido al Corazón de Jesús, rinda también homenaje de piedad, amor, gratitud y reparación al Corazón amantísimo de la Madre del Cielo» (n. 73).

 
 

Historia

            La esencia de la devoción al Corazón de María es patrimonio de toda la tradición cristiana, pues siempre la ha considerado como esclava y esposa totalmente entregada a Dios, además de Madre de Dios y de la Iglesia.

            Una de las referencias más claras sobre esta devoción en el Evangelio la tenemos en Lc 2, 34-35: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción —¡y a Ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones». Alma viene a ser lo mismo que corazón.

            Por la profecía de Simeón, se despierta en el corazón de María el presentimiento de un misterio infinitamente doloroso en la vida de su Hijo. Hasta entonces, Ella no había escuchado sino las palabras del arcángel Gabriel, que le anunciaba para Jesús el trono de su padre David (cf. Lc 1, 32). Simeón las confirma en el verso 32 («Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel»), pero introduce una espada —el rechazo del Mesías por Israel (v. 34)—, cuya inmensa tragedia conocerá María al pie de la Cruz[4].

            Otro pasaje que no se puede dejar de mencionar se encuentra en el mismo Evangelio, tras la pérdida y hallazgo del Niño Jesús en el templo: «Y bajó con ellos y volvió a Nazaret, y estaba sometido a ellos, y su madre conservaba todas estas palabras en su corazón» (Lc 2, 51).

            Propiamente, como devoción, es decir, veneración de su Corazón, antes de san Juan Eudes[5] (1601-1680), quien se dedicó primeramente a propagar esta devoción, solo se encuentra en algunos textos. El breve de su beatificación dice: «Ardiendo con particular amor hacia los santísimos Corazones de Jesús y de María fue el primero que tuvo —no sin cierta inspiración divina— la idea de un culto público en su honor». Antes, en Helfta, le dice el Señor a santa Matilde (1241-1298): «Saluda el Corazón virginal de mi Madre»; mientras que santa Brígida (1303-1373) exclamaba: «Oh Virgen incomparable, vida y alegría de mi corazón, yo reverencio, yo amo, yo glorifico con todas las fuerzas de mi alma vuestro dignísimo Corazón».

 

Devoción al Corazón de María

            La devoción al Corazón Inmaculado de María es devoción a la Virgen, pero con el matiz especial de verla siempre a través de su amor, raíz de todo lo demás. Esto se simboliza en el Corazón, e implica:

Consagrarse a Ella, para pertenecerla más plenamente.

Reparar las ofensas cometidas contra su Corazón, asociando nuestros sufrimientos a los suyos.

Trabajar por Ella.

Vivir unidos a Ella.

Amarla filialmente, como Madre nuestra.

Venerar y dar culto a su Corazón.

 
 

Prefacio de la Misa

El Prefacio de la Misa del Corazón Inmaculado de María proclama que el corazón de María es:

Sabio, porque entendió como ninguna otra criatura el sentido de las Escrituras, y conservó el recuerdo de las palabras y de las cosas relacionadas con el misterio de la salvación.

Inmaculado, inmune de toda mancha de pecado.

Dócil, porque se sometió fidelísimamente al querer de Dios.

Nuevo, según la antigua profecía de Ezequiel —«...os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo» (Ez 36, 26)—, revestido de la novedad de la gracia merecida por Cristo.

Humilde: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11, 29).

Sencillo, libre de toda duplicidad (= hipocresía, falsedad) o doblez y lleno del Espíritu de la verdad.

Limpio, capaz de ver a Dios según la bienaventuranza del Señor.

Firme en la aceptación de la voluntad de Dios, cuando Simeón le anunció que una espada de dolor atravesaría su corazón (cf. Lc 2, 35), cuando se desató la persecución contra su Hijo o llegó el momento de su muerte.

Dispuesto, ya que, mientras Cristo dormía en el sepulcro, a imitación de la esposa del Cantar de los Cantares —«Yo dormía, pero mi corazón estaba despierto» (Ct 5, 2)—, estuvo en vela esperando la resurrección de Cristo.

Citas de los mensajes que nos hablan del Corazón de María

«Date cuenta de lo que pasó mi Hijo en esa Cruz y lo que yo pasé al pie de la Cruz, abrazada, destrozada, desgarrándose mi Corazón (...). Decid cuando hiciereis algún sacrificio: “Jesús mío, por tu amor, todo te lo ofrezco por la conversión de los pecadores, por la conversión de Rusia, por el Corazón Inmaculado de tu Madre María santísima”» (La Virgen, 16-X-81).

«...pide que no ultrajen el Divino Corazón de Jesús, y que pidan por intercesión de mi divina y purísima Madre, que tiene el Corazón traspasado por tantas ofensas hechas a su Hijo» (El Señor, 23-XI-80).

«Diles que comulguen los primeros sábados de mes en honor de mi Corazón, que está traspasado de espinas por los dolores que causan tantos pecadores y tantas blasfemias que están profiriendo constantemente contra mi Hijo y contra mí» (La Virgen, 2-X-81).

«Mira mi Corazón, hija mía, cómo sufro... Por todos mis hijos, sin distinción de razas» (La Virgen, 6-XI-82).

«...quiero que extendáis por todas las partes del mundo, hijos míos, la devoción a mi Inmaculado Corazón; todos aquéllos que extiendan la devoción a mi Inmaculado Corazón, prometo darles las gracias necesarias durante toda su vida y también preservarlos de las penas del Infierno» (La Virgen, 11-VI-83).

«Mi Corazón rebosa de alegría, hija mía, al ver que todos los humanos han sido consagrados a mi Inmaculado Corazón, hija mía. El Vicario de Cristo, mi amado hijo, hija mía, este hombre ha consagrado el globo terrestre, hija mía; ahora corresponde a los humanos coger esas gracias que mi Corazón derrama diariamente por todos mis hijos» (La Virgen, 24-III-84).

«También llamo a aquellas almas que se han consagrado a mi Corazón con el fin de que mi Corazón las conduzca a mi Hijo» (La Virgen, 3-XI-84).

«Ámanos mucho, hija mía, ama nuestros Corazones y refúgiate en ellos, porque ellos serán los que no te fallen, hija mía. Todo el ser humano falla, pero nuestros Corazones no fallan» (La Virgen, 18-XI-84).

 

[1] Cf. Eugui, J., Mil anécdotas de virtudes (p. 608).

[2] Misas de la Virgen María I. Misal (p. 139).

[3] Ibíd.

[4] Cf. Nota a Jn 19, 25 en Biblia comentada (J. Straubinger).

[5] Obras: Los Sagrados Corazones de Jesús y de María; El Corazón admirable de la Madre de Dios.

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