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Verdaderas y falsas apariciones: criterios de discernimiento (I)

 

Un mundo desconocido y mal entendido  (Primera parte)

Cf. Las apariciones marianas en la vida de la Iglesia (Salamanca, 1987) pp. 115-131.

En este número y siguientes, vamos a exponer los criterios de discernimiento ante supuestas apariciones. Nos adentramos en un mundo desconocido y tantas veces mal entendido, del que daremos unas pinceladas que sirvan de ayuda para el discernimiento, según aquello de san Pablo: «Examinadlo todo; quedaos con lo bueno» (1 Ts 4, 21).

 

I. Criterios de autenticidad o falsedad

            Según la Teología Fundamental, para dilucidar si un hecho concreto —milagro o aparición— es auténtico o supuesto, se pueden aplicar tres argumentos: primero el argumento histórico, luego el filosófico y finalmente el teológico.

1. Argumento histórico

            En cuanto al argumento histórico, ante todo, es menester que conste con certeza la realidad objetiva del hecho que se relata. En el caso de una aparición, preguntaremos: ¿es cierto que se ha aparecido la Virgen? La respuesta nos la darán los testigos de vista que, examinados por separado, darán testimonio de lo que han visto.

            En la mayoría de los casos, los testigos no han visto a la Virgen, sino al o la vidente en posición extática. Han observado lo que hacía, lo que decía, cómo había comenzado y acabado el éxtasis, etc. Los encargados de examinar el caso les harán muchas preguntas, a las que contestarán cada uno como sabe. Del conjunto y cotejo se sacará la conclusión. Si no hay consenso entre los testigos, o bien no hay datos suficientes para juzgar que el hecho fue tal como dicen, o se descubre que el hecho no tiene nada de sobrenatural, la conclusión es negativa, y no hay que pasar adelante. Pero si se da por aceptado el hecho que se narra —por lo menos sustancialmente—, se procederá al argumento segundo.

2. Argumento filosófico

            Se ha de demostrar que aquel hecho no puede explicarse por las leyes naturales, por las fuerzas de la naturaleza creada. Cuando se trata de un milagro, por ejemplo una curación, es algo más fácil probar la sobrenaturalidad, puesto que los médicos tienen su experiencia para determinar si aquella enfermedad era incurable o podía darse una curación más o menos rápida. Y aquí, como en el caso anterior, se continuará la investigación o se suspenderá según el veredicto sea positivo o negativo.

3. Argumento teológico

            El argumento teológico se basa en la naturaleza de lo sobrenatural. Es sobrenatural todo aquello que supera las fuerzas naturales. No es necesario que supere todo el orden de la naturaleza. Si lo superase, necesariamente aquel hecho sería divino, ya que solamente Dios puede alterar el orden total de leyes que Él ha impuesto al mundo creado. Pero si se trata solamente de algo de la naturaleza, que está por encima del orden que conocemos y que podemos —digámoslo así— manejar, seres superiores a nosotros lo podrán obrar. Tales son los espíritus creados: ángeles y demonios. Si es un ángel bueno el que ha obrado aquel hecho, es cosa de Dios; pero si lo ha ejecutado un demonio, esto no es de Dios. De aquí la necesidad de examinar las circunstancias y, sobre todo, los efectos, para que se pueda descubrir la intervención o no de la divinidad.

 

Dificultades que se presentan

Benedicto-XIV

Benedicto XIV (Card. Lambertini), ofreció sabios criterios para discernir las apariciones

Aplicados estos criterios, podremos saber, con la certeza humana de que somos capaces, la veracidad o no de la aparición. Veamos las dificultades de un proceso de examen:

1. Si nos encontramos en el caso de una aparición única (es decir, que se ha realizado una sola vez), en la cual, pongamos por caso, la Virgen comunica un mensaje determinado, y hace allí un milagro patente, bastará esta aparición y será fácil demostrar su veracidad, si se prueba la autenticidad del milagro. Pero si no hay elementos adjuntos que nos permitan comprobar el hecho, no se podrá, obrando con prudencia, asegurar la veracidad de la aparición. Pero, del hecho de no poder probarla, no es lícito sacar la conclusión de que ha sido un engaño.

2. En la actualidad, nos encontramos con que las apariciones en cuestión duran temporadas largas, con lo que las observaciones son posibles, los exámenes de los videntes en estado de éxtasis se pueden comprobar, los testigos son muchos y muy variados, las circunstancias que rodean el hecho global van variando… Todo esto permite un estudio detenido, en el que todos los fenómenos que se van produciendo, se han de examinar cuidadosamente.

Los medios modernos permiten, por ejemplo, fotografiar detenidamente a los videntes en múltiples posiciones y momentos; grabarles con cámaras de vídeo y registrar los mensajes, etc. Todos los fenómenos que se van produciendo se han de ir examinando cuidadosamente.

Las dificultades que puede producir u ocasionar la duración de las apariciones provienen más bien de elementos externos o ajenos a la aparición. El público habitual —los que asiduamente acuden al lugar de la aparición— se va acostumbrando, cesa para ellos la novedad, y frecuentemente ya no sienten el fervor o emoción que les causaba al principio. Por parte del vidente también pueden surgir ciertos peligros al prolongarse el tiempo de las apariciones, caer en el desánimo, dejarse influenciar por el enemigo, si no lleva una intensa vida espiritual…

3. Estimamos que hay un notable peligro de errar si, quien examina los hechos supuestamente sobrenaturales, se deja guiar por la parapsicología, que estudia los fenómenos que salen del orden común de las leyes naturales conocidas. Ante cualquier fenómeno sobrenatural (estigmatización, levitación, cardiognosis o conocimiento del interior, etc.), hablará de «fenómeno parapsicológico», pero sin ofrecer una explicación convincente. En el caso de las Apariciones de El Escorial, hubo algún que otro parapsicólogo que quiso explicar los hechos bajo estos parámetros. Uno de ellos, ante lo inexplicable de los fenómenos solares (a semejanza del milagro del Sol en Fátima) contemplados por muchos peregrinos, tuvo la «brillante» idea de atribuirlos al ¡uso oculto de un aparato de rayos láser!

En cuanto a la ciencia médica, sabemos que hoy día resulta muy difícil que un médico diagnostique o admita un caso milagroso, cuando se le presenta una curación inexplicable.

(Continuará)

 

(Revista Prado Nuevo nº 18. Verdaderas y falsas apariciones)

 

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