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El primer mensaje…

 

Mensaje del 13 de noviembre de 1980

Iniciamos estos comentarios, para contribuir a lo que pedía el último mensaje de Prado Nuevo: “Sólo pido, hijos míos, que meditéis todos los mensajes (…); meditad desde el primero hasta el último” (El Señor, 4-5-2002). Desde aquella fecha, ofrecimos los mensajes comentados en hojas sueltas; a partir de ahora, lo haremos en las páginas de nuestra revista. De esta manera, los daremos a conocer, poco a poco, y comprobaremos su concordancia con el Evangelio y la doctrina de la Iglesia.

 

Comenzamos por el primero de todos, que recibió Luz Amparo en la etapa previa a Prado Nuevo. Añadimos algunas aclaraciones, para entender mejor este primer mensaje y su contenido doctrinal.

 

Mensaje del día 13 de noviembre de 1980 en San Lorenzo de El Escorial (Madrid)

(Por la tarde, se encuentra Luz Amparo en la casa donde ejercía su trabajo, como empleada doméstica, para el matrimonio de Miguel y Julia. Cuando se dispone a colocar la ropa planchada en un armario, escucha una voz clara y fuerte, que hace eco en la habitación. Al principio, no sabe quién le habla).

 

El Señor:

Hija, reza por la paz del mundo y por la conversión de los pecadores; que el mundo está en un gran peligro.

(Luz Amparo asustada sale de la casa y se encuentra con Marcos, conserje del edificio, a quien le comenta, entre lágrimas, lo sucedido. Enteradas del hecho otras personas cercanas a ella, acuden a la vivienda mencionada y, al cabo de un rato, se marchan. Luz Amparo se queda; más tarde, escucha, de nuevo, la misma voz, que resuena potente y amable a la vez. Esto sucede en presencia de Beatriz, segunda de los hijos del citado matrimonio; Amparo toma de la mano a la niña, para sentirse acompañada en esos desconcertantes momentos).

 

El Señor:

Hija, no tengas miedo.

(Al mismo tiempo, Luz Amparo ve iluminarse la habitación con destellos de varios colores, predominando el azul. También se forma como una nube de luz más intensa y, en medio de esa luminosa nube, aparece un varón con barba, cabello largo, ojos verdes…, y de extraordinaria belleza. Viste una bata blanca… ¿Quién es este atrayente personaje vestido con atuendo tan peculiar?… Hemos de retroceder a mayo de 1970: Luz Amparo es intervenida quirúrgicamente de apendicitis, unida a otras afecciones, en el “Hospital Clínico” de Madrid; la noche siguiente a la operación se ve acompañada por un misterioso doctor de idéntica fisonomía a quien ahora contempla. La vidente lo identificará más tarde con el Señor Jesucristo).

 

Luz Amparo:

¿Es mi padre, es mi padre?

 

El Señor:

Sí, hija, soy tu Padre celestial. En esta casa no hay nada de embrujamiento. Reza por la paz del mundo y por la conversión de los pecadores. Amaos los unos a los otros. Vas a recibir pruebas de dolor.

 

Nótese aquí que no habla el Padre Eterno, sino la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Jesucristo, cuya paternidad espiritual con relación a nosotros es indudable; no es extraño, por ello, que repita innumerables veces a lo largo de los mensajes de Prado Nuevo, junto con la Virgen, “hija mía” e “hijos míos”, para dirigirse a Luz Amparo y a los demás oyentes. No hay, pues, confusión de personas divinas. Jesucristo es nuestro Hermano como hombre y nuestro Padre como Dios.

Casa del matrimonio de Miguel y Julia donde Amparo trabajaba.

Casa del matrimonio de Miguel y Julia donde Amparo trabajaba

San Pedro Crisólogo pone en boca de Jesús: “Venid, pues, retornad, y comprobaréis que soy un padre, que devuelvo bien por mal, amor por injurias, inmensa caridad como paga de las muchas heridas”[1] . El mismo Jesús se dirige a los apóstoles en la Última Cena como un padre: “Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros”[2] . En un acto de contrición clásico en la tradición española, se reza, dirigiéndose a Jesús: “Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío…”[3].

Luz Amparo acababa de perder a su padre; en días anteriores, le habían sucedido ya fenómenos extraños, por lo que alguien le sugirió preguntase si era su padre fallecido. Por este motivo, ante la pregunta formulada, el Señor contesta que es su Padre del Cielo (no el terreno, que ya había fallecido), aunque se trate en realidad de Jesucristo.

Enterada alguna persona de los sucesos misteriosos que estaban afectando a Luz Amparo, le había sugerido que podría tratarse de brujería. Para su tranquilidad, el Señor le asegura que no hay embrujamiento alguno, pues lo que está sucediendo procede de Él.

El mandato del amor[4], que contiene este primer mensaje, es la exhortación más repetida a lo largo de los mensajes de Prado Nuevo; en el último de éstos, aparece igualmente la invitación del Señor a practicar el precepto de la caridad: “Amad, hijos míos, pero con un amor puro y santo” [4-5- 2002].

(Revista Prado Nuevo nº 4. Comentario a los mensajes)

 

[1] Sermón 108.

[2] Jn 13, 33; cf. Mc 10, 24.

[3] Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica (Madrid, 2005) p. 228.

[4] Cf. Jn 13, 34; 15, 12. 17; 1 P 1, 22; 2 Jn 5.

 

Historia de las Apariciones: 13 de noviembre de 1980

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