En conexión con san Juan de la Cruz ofrecemos algunas escenas edificantes de su vida.
San Juan de la Cruz llega a Beas (1576)
Sería muy largo de contar el conjunto de penalidades por las que ha pasado san Juan de la Cruz cuando llega en 1576 al convento de carmelitas descalzas de Beas. De hecho, las monjas sintieron una gran lástima al verle, desfallecido, flaco, pálido, sin fuerzas para hablar. La priora manda, llena de caridad, que dos monjas jóvenes consuelen a fray Juan cantando unas coplillas espirituales. En la penumbra del locutorio, pequeño y enrejado, suena este cantar: «Quien no sabe de penas / en este valle de dolores, / no sabe de cosas buenas, / ni ha gustado de amores, / pues penas es el traje de amadores».
Fray Juan se estremece hasta no poder soportar la emoción y hace una seña para que cese el canto que tanto le impresiona. No puede hablar, llora mansamente y permanece en silencio largo tiempo. Cuando recobra sus fuerzas, habla de lo mucho que el Señor le ha dado a entender el valor del sufrimiento, y pondera lo poco que se le ofrece sufrir por Dios.
(Cf. P. Crisógono de Jesús, Vida de San Juan de la Cruz)
«Zambúllete en Dios»
San Juan de la Cruz habla con una monja en el locutorio de su convento de Beas. Es una monjita lega, humilde y sencilla, que le hace una pregunta infantil:
—¿Por qué, padre mío, cuando yo paso por una balsa de agua que tiene la huerta, las ranas que están a la orilla, apenas oyen el ruido de mis pisadas, saltan al agua y se hunden en el fondo de la balsa?
El santo sonríe ante su ingenuidad y aprovecha la ocasión para darle una lección provechosa:
—Mira, hija, las ranas saltan al agua porque allí tienen su seguridad y su defensa; allí no temen a los enemigos. Haz tú lo mismo; cuando veas que se acerca una criatura, zambúllete en Dios. Allí estarás segura y tranquila y nadie podrá hacerte daño.
(Rufino, M., Vademécum…)
(Revista Prado Nuevo nº 14. Anécdotas para el alma)
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