Mensaje del 15 de noviembre de 1980
A media mañana, Luz Amparo contempla, en medio de un gran resplandor, a Jesucristo crucificado, que sangra por frente, costado, rodillas, pies y manos; el cabello enmarañado, sucio, cubierto de llagas el cuerpo; el ojo derecho hinchado… Enseguida, empieza a sangrar también ella por la frente y las manos. Podemos considerar este momento el punto de partida en su camino como «alma víctima», cuando el mismo Señor le pide si acepta libremente compartir con Él la Pasión. No obstante, desde niña había sufrido pruebas diversas, que la iban preparando para esta etapa de su vida. En este día histórico, se estableció el siguiente diálogo:
Mensaje del día 15 de noviembre de 1980 En San Lorenzo de El Escorial (Madrid)
Luz Amparo:
Pero, ¿qué es esto, Dios mío? (Irresistibles dolores la hacen pensar que va a morir).
El Señor:
Hija mía, esto es la Pasión de Cristo. Es una prueba. La tienes que pasar entera.
Luz Amparo:
¡Yo no lo resisto!
El Señor:
Si tú, en unos segundos, no lo resistes, ¿cuánto pasaría yo, horas enteras en la Cruz, muriendo por los mismos que me estaban crucificando? Puedes salvar muchas almas con tus dolores. Por cada dolor tuyo se salvan trescientas almas… ¿Lo aceptas, hija mía?
Luz Amparo:
No sé, Señor…, con tu ayuda lo soportaré.
En diferentes mensajes de Prado Nuevo, se alude al importante papel de las «almas víctimas» en el plan de salvación de Dios. Tratemos de explicar el sentido de este misterio:
El sufrimiento en el mundo es inevitable; es una realidad que está presente en nuestras vidas y una experiencia por la que ha de pasar, con mayor o menor intensidad, todo ser humano. En este sentido, son víctimas del dolor físico o moral los que sufren a causa de la violencia, los que padecen enfermedades, los niños asesinados en el vientre materno, los oprimidos, los despreciados… Todos ellos son, de algún modo, partícipes de la Cruz de Cristo; de entre ellos, los hay que, desesperados bajo el yugo del dolor, se rebelan; otros se resignan simplemente. Los hay que aceptan ese peso inexorable al consolarse con las palabras del Evangelio: «Mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11, 30). Si nos fijamos en el caso de Luz Amparo, podemos decir que ella pertenecía a las denominadas «almas víctimas», almas elegidas por Dios para compartir esa condición con la Víctima Inocente, Jesucristo, reparando con su inmolación y sufrimientos los pecados de la Humanidad: «En eso está la caridad, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo, víctima expiatoria de nuestros pecados» (1 Jn 4, 10).
Sta. Margarita Mª de Alacoque
Entre estas almas, se encuentra, por ejemplo, la confidente del Corazón de Jesús, santa Margarita María de Alacoque. En una carta al P. Croiset, S. J., su más célebre corresponsal, revela la santa el deseo del Corazón de Jesús de encontrar almas que acepten en todo su voluntad, y transmite al sacerdote las palabras recibidas del Señor: «Busco para mi Corazón una víctima que quiero sacrificar como una hostia de inmolación para el cumplimiento de sus designios».¹
La Pasión de Cristo
Continuando con nuestro comentario, si ahora Jesucristo crucificado comparte su Pasión con Luz Amparo, pocos meses más tarde, el 14 de junio de 1981, la Virgen de los Dolores pedirá a todos meditar esa misma Pasión de Cristo, resaltando que se encuentra «completamente olvidada», en palabras de aquel primer mensaje en Prado Nuevo. Esta meditación tiene, sin duda, gran importancia en la vida cristiana; con razón, la Virgen insistirá en ella en mensajes posteriores. Un autor clásico expone así las excelencias de tan piadoso ejercicio:
«La meditación de la Pasión es buena para todas personas y para todos estados. Es poderosa para arrancar al hombre de la mala vida, y despertar a los que empiezan al dolor y aborrecimiento de sus pecados; es aliento para los que aprovechan, y un perfectísimo dechado de toda virtud; y es incentivo eficacísimo de amor (…). Todos los ejemplos de las virtudes de Cristo nuestro Señor, que están repartidos por su vida, resplandecen más altamente en su Pasión; todos los documentos de sus sermones, toda su doctrina y excelentísimos consejos están predicados en su Pasión; todo el fondo de los trabajos que uno puede padecer, y el extremo de las miserias a que puede llegar por seguir la justicia, está en la Pasión; todo desengaño y conocimiento de la verdad se halla en la Pasión; toda la ciencia y entendimiento y sabiduría celestial está en la Pasión».²
Salvación de las almas
Una constante en los mensajes de Prado Nuevo y en la misión de Luz Amparo, como «alma víctima», es la salvación de las almas. Para calibrar la importancia de misión tan elevada, baste recordar el celo por las almas que ha movido a los santos, en cuyos corazones prendieron las palabras de Cristo: «¿Y qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo y perder su alma?»³ (Mc 8, 36; cf. Lc 9, 25). «Pero nosotros no somos cobardes para perdición, sino creyentes para salvación del alma» (Hb 10, 39).
Hay que anotar, a propósito del mensaje de 15 de noviembre de 1980, los frutos evidentes del dolor aceptado con amor, independientemente del número de almas señalado. El 5 de octubre de 1996, el Señor le recordará a Luz Amparo aquel momento inicial, sin detallar ya una cifra concreta: «Como tú me respondiste a mí, yo te dije, hija mía: “Con tu dolor se puede salvar un número de almas”». No obstante, la cifra exacta indicada no ofrece inconveniente alguno; la salvación de las almas depende de Dios y, en ciertos casos, puede supeditar el número a determinadas acciones, como aquí ocurre. Es una cuestión de libre voluntad divina: el Señor lo dispone según sus designios inescrutables, quedando fuera de nuestro alcance y juicio.
(Revista Prado Nuevo nº 5. Comentario a los mensajes)
- Carta al P. Croiset, 3-11-1689 (Sáenz de Tejada, S. J., José Mª, Vida y obras principales de Santa Margarita Mª de Alacoque [Madrid, 1977] p. 331).
- Luis de la Palma, Historia de la Sagrada Pasión (Madrid, 1945) p. 12.
- Trad. Nácar-Colunga.